Crítica de Vincere
Retrato del fascismo 1 2 3 4 5
Escribe Luis Tormo
Escribe Luis Tormo

El estreno en nuestro país de Vincere nos devuelve a la actualidad a uno de los autores con una trayectoria más coherente y personal del cine italiano. Su obra se ha ido estrenando en nuestro país de manera intermitente dependiendo de las diversas situaciones coyunturales, desde los filmes prohibidos por la censura hasta sus éxitos de crítica y público que ayudaron a su difusión (Marcha triunfal, El diablo en el cuerpo) y que conviven con largos periodos donde sus películas no llegan a la pantalla grande, se estrenan tardíamente o transitan directamente por los diferentes formatos domésticos.
El análisis de la situación social y la crítica a la realidad que lo rodea es la base sobre la que se sostiene la estructura de una filmografía que estudia las relaciones del poder y el papel de la burguesía como clase dominante, relaciones de poder que pone de relieve las consecuencias que el ejercicio de ese poder supone para el individuo. Para Bellocchio ese poder se encarna en el ejército, la iglesia, las estructuras y el aparato del estado o las clases dominantes, en un conjunto que proporciona la clave para comprender la sociedad de ese momento.

Vincere tiene su origen en la relación que Mussolini mantuvo con Ida Dalser, una mujer que conoció cuando era militante socialista, con la que mantuvo una intensa relación y de la que tuvo un hijo. Una vez el dictador se casó con su esposa oficial, Dalser pasó al olvido y aunque siempre reivindicó que era la primera esposa de Mussolini, nunca se encontró la documentación que certificará tal hecho. Finalmente, madre e hijo terminaron encerrados en psiquiátricos para silenciar su reivindicación, encargándose el régimen de borrar todo testimonio o huella de tal relación. De esa reclusión ya no saldrían con vida. Si las consecuencias del poder es un tema común en su filmografía, la psiquiatría es un recurso que también aparece con cierta frecuencia en su cine y hay que recordar su colaboración con el psiquiatra Máximo Fagioli que a finales de los 70 ejerció de asesor en varios filmes del director.

Como hemos apuntado al principio de este comentario, el director de La balia abandona a mitad de filme la representación actoral de Mussolini para convertirlo en un icono. A partir de ese instante, la presencia de Mussolini se limita a su aparición en las imágenes de los documentales o en su reproducción en la fría iconografía artística (cuadros, estatuas) propia de los regímenes totalitarios. La imposibilidad de aprehenderlo físicamente por parte de Isa Adler, la falta de comprensión de esa transformación y la identificación del hombre y el Estado, implica la perdida de la razón fomentada por las extensiones de un poder que aniquila a todo aquel que no le acompaña (funcionarios, agentes, médicos y monjas del manicomio). Es por ello, que en esta segunda parte de la película, las imágenes en blanco y negro de filmes y documentales, se convierten en protagonistas. La desaparición física de Mussolini sirve para convertir el personaje en mito, terrible mito, y muestra las consecuencias de la glorificación del dictador. La angustia, el miedo y la incomprensión que sufre la mujer y su hijo se hace más patente con esta forma de narración no realista pues el filme va conformando escenas que se asemejan a horrendas pesadillas. El carácter no realista del filme le permite a Bellocchio desarrollar una serie de escenas que implican una segunda lectura fílmica como es la secuencia en que Mussolini herido recibe la visita del rey en el hospital. A partir de este hecho vemos como sobre el techo de la estancia aparecen las imágenes de un Jesucristo doloroso, estableciendo un nexo de unión entre el calvario de Cristo, proyectado en la parte superior, y el sufrimiento del hombre herido en la cama.
Este tono se acrecienta con una puesta en escena que alude directamente a la tramoya operística (coro de personajes, decorados, subrayado musical) y que termina cerrando el círculo de un relato trágico pues en cierto modo los elementos expositivos que encontramos en la ópera se adecuan perfectamente a Vincere: tragedia, amor desgarrado, pasión, traición, justicia, poder, violencia, etc.

Vincere es precisamente un grito, una llamada a la acción, una muestra de lo que sucede cuando una sociedad es incapaz de reaccionar contra los totalitarismos. En este filme el acento no se pone tanto en la certeza de la historia de Dalser, es decir, que todo sea cierto o fruto de una obsesión, sino en las trágicas consecuencias que sufre una persona y su hijo, que representan a un colectivo, a un pueblo.
Creo haber visto un seguimiento del festival en el periódico "La Razón"", a través del crítico Carlos Pumares. Bien es cierto que he visto muy poco sobre "Cinema Jove", en los medios "avanzados" (El País?, Levante?)
ResponderEliminarAh, también he leído un artículo del director de Cinema Jove en el ABC...
Creo que este comentario no debería estar aquí sino en el artículo sobre cinemajove, lector anónimo. Pero una pregunta: Cuando nombras el periodico La Razón ¿Estamos hablando del mismo diario que ofrece viernes y domingo películas tan prestigiosas como "Mata Hari" (con Gracita Morales)?
ResponderEliminarMe llegó más la de Aldo Moro, creo que en Vincere se pierde un tanto el hilo narrativo.
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