Cinema Jove: 25 aniversario (VII)

Boetticher, el magnífico 

Escribe Adolfo Bellido López



Esperando a…Budd

Budd Boetticher, en Valencia 1995
Los periodistas esperaban que Boetticher apareciese por Valencia. Varios periódicos habían pedido entrevistarle. Pero Mario había decidido hacerles desear la llegada del director. Eso sí, se procuró darles cuenta de su bibliografía dejando claro que, entre otros variados oficios, fue torero en México. En el libro, que los críticos asistentes al certamen tienen ya en su poder cuando aparece el director, se encuentra una fotografía, de las utilizadas (excelente el material que Bubb Boetticher nos hizo llegar para que escogiéramos aquellas que consideráramos más convenientes o interesantes) en la que se muestra el cartel de una corrida de toros celebrada en Tijuana. Entre los toreros actuantes, enfrentados a seis toros bravos se lee el nombre (como es natural está el primero de la lista) Carlos Arruza, también (en último lugar) él de Bubb Boetticher, al que se anuncia como un famoso director de Hollywood.

Existe gran expectación, pues, para recibir en Valencia y en el festival, a este curioso personaje polémico, aventurero, calmoso, arrogante pendenciero, camorrista, irascible, tranquilo, brillante, fuerte, viajero, practicante de varios deportes (fútbol americano, boxeo, atletismo) además de, entre otras cosas, torero, caballista, promotor de espectáculos, Que cubrió además diferentes oficios cinematográficos, que le condujeron a la dirección, en una de las grandes épocas doradas del cine norteamericano.

Pocos directores podrán ostentar el oficio de torero. Realizó tres películas sobre el tema, una la curiosa (inicio de su mejor etapa como realizador, momento en el que en los créditos aparece por primera vez el nombre de Budd. Las películas anteriores que realizó las firmaba como Óscar), El torero y la dama. La segunda la insignificante Santos, el magnífico. La tercera la que le condenará durante años a vagar por Estados Unidos y México con el fin de poder terminar la que quiso fuera la gran obra sobre el toreo, Arruza, un documental sobre el gran torero mejicano enfrentado al español Luis Miguel Dominguín por ser el número uno del toreo. Un proyecto que le ocupó de 1970 hasta 1978. Demasiados años para un realizador que había sido capaz de dirigir hasta cinco filmes (para la Universal) en un año (fue en 1953: City beneatht he sea, Traición en Fort King, El desertor de El Álamo, Wings of the hawk —lo rodó en 3—, East of Sumatra), lo que lógicamente conlleva una gran rapidez en los rodajes (Bubb Boetticher trataba de rodar sólo lo preciso evitando demasiadas tomas o planos innecesario con el fin de que el posterior montaje no alterase su película). Las siete películas correspondientes a la serie de los western interpretados por Randolph Scott, por ejemplo, se rodaron por termino medio, en dieciocho días.

El rodaje de Arruza le tuvo ocupado ocho años, demasiados. Ni con tantos empleados pudo llegar a decir que la versión final era la deseada. En tal dilatado espacio de tiempo Boetticher estuvo en la cárcel, sufrió enfermedades, la ruptura de su matrimonio con Debra Paget. Por si fuera poco, Arruza (había sido asesor taurino en Santos, el magnífico) murió (sin haberse terminado el filme) en un accidente de automóvil. Este endiablado rodaje nunca lo podrá superar. Inició el filme mientras trabajaba en una de sus mejores películas, La ley del hampa. Entonces era alguien en Hollywood cuanto terminó (o no acabó) Arruza era un peligro. Nadie apostaba por él, nadie era capaz de poner en sus manos un nuevo título. Por eso sólo podrá rodar un western más bien fallido, que en su conjunto suena también a incompleto, A Time for dying (1).

Su documental promocional–publicitario posterior, para dar a conocer el espectáculo de rejoneo que junto a su mujer Mary ofrece a los turistas en su casa–rancho, también tiene que ver con el mundo de los toros, pero…es otra cosa.

Por todo ello, por lo que representó (y dejo de representar) en el cine americano, por su faceta como torero (y amistad con Arruza), es por lo que se espera con expectación a tal personaje.


Cita al atardecer

Los primeros (aparte de Mario que debió ir a saludarle —o a buscarle— cuando llegó a Valencia) en conocer a Bubb Boetticher somos Sabín y yo. Mario decide que seamos nosotros quien nos hagamos cargo de él, en gran parte, durante el certamen. Budd viene acompañado de Mary, su actual mujer.

Cuando leo en el libro de Cinema Jove el artículo en el que Rafael Maluenda muestra su (más bien desmedido) entusiasmo por el realizador me resultan sorprendentes algunas afirmaciones. Como, por ejemplo, aquella en la que señala (haciendo referencia, claro, a lo que entonces pensaba) que sentía una especie de envidia por no poder estar como Mario esos días en todo momento junto a Bubb Boetticher. Hoy esa opinión, desde su puesto de director del certamen, le parecerá, sin duda, de gran ingenuidad. Su error de entonces es lógico, lo que demuestra lo mal que se conoce el funcionamiento por dentro de un festival de cine. El director del certamen es la persona que menos tiempo tiene para nada antes sus numerosas obligaciones. Menos, claro, para pasearse con el director asistente al festival por muy famoso que sea. Únicamente lo recibirá y como máximo estará junto a él en el acto en el que se le ofrezca (y quizás lo haga personalmente) el correspondiente homenaje.

Nosotros, pues, fuimos los que le acompañamos, le servimos de introductores en/por la ciudad, le acompañamos en todos los actos. Supimos de sus gustos, apetencias, desavenencias, disgustos. A veces, como cuando le conocimos estuvimos acompañados por quien había sido nuestro contacto americano, Thomas de la Cal, que nos servirá también de in situ traductor, interprete de sus palabras, conversaciones. Y es que, a pesar de los años en que estuvo en México, de vivir en su casa–rancho Ramona situado en California, Budd Boetticher sabe muy poco de español, simplemente expresiones o palabras sueltas. Probablemente debe pensar, como buen americano, que todo el mundo debe saber ese idioma universal que es su inglés. En cierta forma así se lo expresó a Rafael Maluenda, como éste deja escrito en el artículo del libro del 25 aniversario titulado Cabalgando en compañía. Entre otras cosas relata la primera conversación que tuvo con Boetticher al encontrarse con él y su mujer en la escaleras de la Filmoteca (indica que también estábamos Mario y yo), un encuentro que no fue exactamente como lo cuenta, sí lo es en cuanto esencia pero es imposible en cuanto al momento en el que (cuenta) se produjese. Afirma que tuvo lugar unos días después de la clausura del festival, pero Bubb Boetticher y su mujer partieron al día siguiente. El festival no podía permitirse el lujo de seguir manteniendo su invitación una vez terminado el certamen. Además, si había terminado el certamen días atrás ¿qué hacían los periodistas esperando fotografiar al director en la salida de la Filmoteca? Sobre el relato de la conversación, estupendo en cuanto parece adaptarse a un claro guión cinematográfico, nada tenemos que objetar. Narra Rabel Maluenda como Bubb Boetticher le dijo que se fijó (hablaba para ti y para tu amigo el otro día) en él el día de la mesa redonda que tuvo lugar en la sala de la Filmoteca porque para empezar vi que no necesitabais traducción, os reíais, reaccionabais en el mismo momento en que contaba las cosas, si alguien se molesta en aprender mi idioma lo menos que puedo hacer es agradeciéndosele dedicándole mi atención y lo segundo es que os reíais como si conocieseis a Duke Wayne y a los otros tipos.

Orgulloso de sí mismo, de ser americano, de ser el foco de todas las atenciones, Boetticher se mostraba desde el primer momento en el que contactamos con él, como una persona agradable, dicharachera, como un gran contador de historias, algunas de las cuales repetía hasta la saciedad como comprendimos al ver que relataba algunos de las cosas que ya aparecían en la entrevista publicada en el libro que habíamos escrito.

Mario, con buen criterio, escondió al realizador de la prensa (y del certamen) hasta que se acercó el momento de su presentación pública en el certamen. Budd y Mary mientras tanto se encontraban hospedados en el parador de El Saler, situado a pocos kilómetros de la ciudad. Allí fue donde tuvo lugar nuestro encuentro. Fue en una cena donde estaban Budd con su mujer, Thomas, Sabín con su mujer, yo con la mía… Lo que no sabíamos es que también estaría con nosotros Chema de la Peña, director de la Filmoteca Nacional. Desde luego Boetticher levanta intereses por donde pasa.

El primero que acudió a saludarnos (le conocíamos de certámenes anteriores) fue Thomas. Era aquella una noche calurosa del mes de junio. Nos sorprendió su atuendo tan formal. El nuestro era, claramente, veraniego. Al poco apareció Budd con su mujer. Él elegante, pero con esa elegancia propia del americano que quiere mostrarlo de forma exagerada. Como un cowboy que acude a una fiesta en la que quiere llamar la atención con llamativos trajes y no digamos sus corbatas.

Cuando nos saludó pudimos comprobar que había algo que no le gustaba. Nos lo explico más tarde Thomas. Pensaba que todos (no recuerdo que Chema también fuera con chaqueta y corbata) iban a acudir elegantes (con chaqueta y corbata) a la cena. Le habíamos defraudado… Fue un momento, aquel instante inicial, un poco violento (y no sabíamos la razón), luego la cena fue trascurriendo perfectamente, al igual que los siguiente días.

Fue él quien, el domino noche, acaparó toda la conversación. Pasó de una cosa a la otra, para volver a la primera. A él, como no, debía todo Leone o Peckinpah. Con el propio estilo vaquero hablaba de estos o de aquellos. En su lenguaje coloquial la mayoría de la gente de Hollywood (de productores a actores pasando por quien fuese) eran unos… hijos de su madre. Sonreía o reía con energía. De vez en cuando mezclaba algunas palabras en español. Hablaba de directores tales como Ford, Walsh (2), Siegel, Aldrich, Hawks, Anthony Mann, John Sturges (no podía soportarlo), Gordon Douglas (fui su ayudante de dirección cuando era un crío), citaba películas, actores (de Randolph Scott a Lee Marvin, de C. Eastwood a A. Quinn), toreros (Manolete, Arruza, Procuna, Luis Miguel…), de sus mujeres (con nostalgia de Debra Pager con un cierto desprecio de Karen Steele), de los directores de fotografía (sobre todo de Lucien Ballard), de los cambios en los sistemas de producción de los estudios con el paso del tiempo, de sus aventuras y desventuras… dejando claro que ante todo, sobre todo, estaba él, Boetticher. Un auténtico crack.

No se encontraba bien de salud en aquellos momentos. Tenía entre otras cosas graves problemas de espalda, lo que le impedía estar demasiado tiempo de pie o sentado pero aún se sentía vivo… sobre todo porque aún luchaba por realizar un filme, aquel que llevaba tratando de poner en pie desde hacia no se cuanto tiempo. Una película que, decía, iba a rodar finalmente en España. Era la ilusión que le permitía seguir vivo, en lucha como si aún fuera un joven. Sin esa ilusión Bubb Boetticher habría perdido, hace bastante tiempo, la batalla en/por este mundo. Aquella película, tantas veces anunciada pero nunca realizada se iba a titular A horse for Mr. Barnum un extraño western ambientado en la España de 1880 donde una serie de personajes viajaban a nuestro país para buscar caballos para el circo de Mr. Barnum (3). Un filme, también, con el que el director iba a reconocer, a filmar, probablemente, su interés, cuidado por los caballos. De hecho en su espectáculo de rejoneo contaba con varios caballos árabes (de origen andaluz) y portugueses.


¡Torero!

Budd Boetticher, en Valencia 1995
Al día siguiente de aquella larga cena, asistida por su animada conversación, el director llegaba a Valencia. Estuvo en la ciudad varios días. En uno de ellos realizó una visita a la plaza de Toros, acto que sería cubierto por diversos periodistas gráficos. Pisó el ruedo de la calle Játiva, donde se encontró con varios jóvenes pertenecientes a la escuela de tauromaquia que estaban aprendiendo a torear. Bubb Boetticher tomó una muleta, que le entregaron, y realizó una serie de pases al falso toro mientras los alumnos le contemplan. Algunos se debieron preguntar quien sería aquel altísimo extranjero que movía con tanto salero el capote.

Luego visitaría el museo taurino, ese en el que dicen resuenan en las noches los ecos de los espadas muertos en la plaza. En aquel paseillo fue acompañado, además de nosotros, por Mario y por Álex Cox, el otro director homenajeado ese año.

Sería en otra fecha cuando tuvo lugar la mesa redonda con el público (por la mañana tendría lugar una rueda de prensa), al tiempo que se presentaba nuestro libro. Me empeñé en que ese acto se celebrase en la sala de proyección de la filmoteca pero sin que se pasase ninguna de sus películas. El acto sería a pelo. Mario aceptó la propuesta a regañadientes. Pensaba que podía fallar la asistencia. El resto del equipo de Cinema Jove tampoco lo tenía demasiado claro. ¿Cómo se va a llenar el local, aunque sus localidades no lleguen a las doscientas, si el único aliciente era ver a ese director casi desconocido para el público en general? Personalmente lo tenía claro: Budd, en sí mismo, debía ser, como así fue, la atracción, el espectáculo.

La asistencia al ciclo de Bubb Boetticher que se está proyectando deja claro que los espectadores (los jóvenes asistentes, invitados o no, al festival, la prensa, los que acuden a las diferentes sesiones) se interesan por su cine, bien porque tratan de conocer su obra, conocen algunas y quieren ver el resto, o bien, en definitiva, porque tratan de saber qué realiza este personaje que, al mismo tiempo, es vaquero y torero. Claro, a unos les interesan más sus westerns, mientras otros optan por ver sus filmes taurinos.

Hicimos tiempo, para el comienzo de tal encuentro, en el despacho del director de la Filmoteca valenciana, Ricardo Muñoz Suay, que será quién mantenga el acto. Para alegrar la tarde a Bubb Boetticher dejo mi traje veraniego. Me tocará sudar con la chaqueta, pero lo que desisto es de llevar corbata (5). Sobra con la suya de tonos eléctricos. Al verme llegar de tal guisa Bubb Boetticher realiza un gesto con la mano con el que me señala su asentimiento. O sea según él esa es la forma digna de vestir, de ser un Beau Brumell.

Allí junto a Boetticher, Mary y Muñoz Suay, estamos nosotros (Sabín y yo con nuestras mujeres). De vez en cuando entra en el despacho José Antonio Hurtado para informarnos de cómo va la cosa. El local está lleno. Han tenido que cerrar la taquilla ante la avalancha de gente que desea entrar y que entre otras cosas quieren cambiar la tarjeta de invitación, que nosotros dos hemos enviado a amigos por la correspondiente entrada. Para nada (esos amigos) quieren reconocer la negativa a tener entradas. Ellos cuentan con una invitación… que sólo da derecho a cambiarlas por entradas. Eso sí, tuvieron la preferencia, como así se indicaba, y cumplieron en taquilla, de ser cambiadas a lo largo de la mañana. Por la tarde perderían ese privilegio. Algunos nos envían recados para que tengamos en cuenta que están allí. Pero, ¿qué podemos hacer nosotros? Todo el aforo está ocupado. La asistencia a esta mesa redonda es gratuita pero con entrada. Y el local no se puede agrandar.

En la mesa estaremos (además de una traductora) Ricardo, Budd y yo. Sabín se dedicará antes del acto, durante el acto y después del acto a realizar decenas de fotografías. En una de ellas, a la terminación del acto, en la parte baja del edificio, sacará una foto al matrimonio Boetticher y a… Rafael Maluenda, que está en la sala, en una de las primeras filas (en el artículo citado del libro publicado este año por Cinema Jove lo explica él profusamente) acompañado por unas llamativas muletas y enchaquetado que como ha quedado dicho es según Boetticher, cómo debe vestir toda persona que se precie (5).

Es el instante en que conozco a Rafa. Después quedaremos varias veces para charlar sobre cine e incluso asistiré al rodaje de uno de los cortos que dirige. Aquel encuentro–conversación de Rafa con Bubb Boetticher le llevará a tener una cierta amistad (también de forma parecida le ocurrirá a Garci: otra persona que convirtió al director en una especie de santón cinematográfico muy especial). Creo recordar (aunque el tiempo puede traicionarme, por lo que no lo aseguro) que sería yo quien le daría (al preguntarme si la tenía) la dirección del director en EE.UU. Ese dato posibilitó que Rafa le visitara junto a la encantadoramente inolvidable, arrebatada a la vida en su esplendorosa juventud, Gemma Santatecla, que fue su compañera, en su casa–rancho de Ramona en California. Posteriormente Rafa conseguiría (estaba ya como director de Cinema Jove) traer al festival en 2001 (en una copia impecable) la excelente película Seven men from now, iniciadora del ciclo de sus siete famosos westerns (no todos de la misma calidad) y que había sido imposible conseguir en el momento de su homenaje.

Fue emotivo el encuentro de Bubb Boetticher con el público. Se le veía encantado, a gusto. Fue uno de sus maravillosos últimos momentos de gloria. En los que se consideró útil, importante. Se guardó en el bolsillo al público asistente. Disfrutó con sus respuestas, en las que nuevamente volvió a contar algunas de sus anécdotas preferidas, aquellas que constantemente relataba. Completó una tarde gloriosa. Sólo faltó que le aclamaran, le vitorearan jaleándole como torero, torero para finalmente sacarle en hombros.

Sólo quedaba el acto de entrega del premio de Cinema Jove en el día de la clausura del festival. Fue otra noche de aclamaciones para Budd. Erguido, a pesar de sus insoportables dolores de espalda, agradecía, en el escenario, henchido de gloria aquellas muestras de entusiasmo. Una gran faena la del maestro recibiendo honores por su valía en diversos sitios. El tiempo no pasará. Bubb Boetticher como los héroes de sus westerns aguantan la embestida, el duelo final. Al terminar el acto se derrumbó. No podía más. Se excusaron (tanto él como Mary) por no asistir a la cena final de Cinema Jove, que en ese año ya no tenia lugar en el claustro del Monasterio del Puig. Se celebró en los salones de un hotel céntrico. De todas maneras este tipo de actos finales del festival, que suponían el último encuentro, la despedida, de los asistentes, al tiempo que una forma de brindis por el feliz término del festival, desaparecerán dos años después.

Boetticher, al despedirse, prometió volver por Valencia. Al menos, dijo, cuando venga a España para rodar esa película que empezaré pronto. Como todos cuantos lo conocimos en esos días, pensamos, incluso, casi aseguraríamos, él mismo creía (creencia que como he indicado era lo que le permitía seguir vivo), esa película nunca llegó a realizarse. Murió en noviembre de 2001. Para entonces, desde el año anterior, Rafael Maluenda era ya el director (el tercero que tenía el festival a lo largo de su historia) de Cinema Jove. Su amistad con el realizador, como también he dicho, hizo posible que en ese mismo festival de 2001 pudiera proyectarse como primicia la copia restaurada de Seven men from now. También Budd envió un artículo, Sobre Seven men fron now, que aparece publicado como anexo en el libro de los 25 años del festival. Lo he comentado antes: poco aporta sobre el rodaje el filme, sobre como fue o se fraguó la película, como era su costumbre el artículo se abre a las mil y una anécdotas que gustaba relatar siempre con la personal impronta de falsa novedad o de secreto a voces. Boetticher gran conversador (y fuertemente conservador) escribió algunos libros autobiográficos o sobre el mundo del cine. Uno de ellos nos los hizo llegar a Sabin y a mi encantado, agradecido por el libro que habíamos escrito sobre su obra. Su título When in desgrace.


Llegan las gaviotas

Cinema Jove 1995 se ha celebrado (de ahí que uno de los ciclos se dedicase a los 100 años de cortos) el año en el que el cine cumple 100 años de existencia, al menos referido al momento en el que tuvo lugar la primera proyección pública del nuevo invento independiente de que aquello fuera o no cine. El certamen sirvió para celebrar con creces tal efemérides. Fue una excelente edición, aupada por la presencia de Bubb Boetticher por la de Álex Cox, por la de tantos otros. Por ese lado nada que objetar, simplemente dar por cumplimentar la felicitación conjunta. Pero… hay algo más.

Ese año, días antes de la celebración del certamen, han tenido lugar las elecciones autonómicas (probablemente también las municipales). La Comunidad ha estado gobernada por los socialistas desde prácticamente las primeras elecciones democráticas. Los primeros años se había contado, al igual que en el ayuntamiento, con una coalición de fuerzas de izquierdas. Una coalición de partidos de derecha va a cambiar, desde 1995, el destino político (y cultural) tanto de la ciudad como de la Comunidad Valenciana.

Cinema Jove ha estado amparado por el instituto de juventud y por la Conselleria de Cultura. El apoyo ha sido amplio. Un año, incluso, estuvo en uno de los actos de entrega de premios, el presidente de la Comunidad, Joan Lerma. Los altos cargos de Juventud o Cultural no han faltado a las sesiones de inauguración y clausura. Lerma como presidente posee cierto aire de pretores romanos. Cipriano Ciscar, intrigante, parece una figura florentina del renacimiento. En ese 1995 Ciscar no es ya Conseller de Cultura. El cargo lo ostenta, en esos momentos, una persona de gran cultura, experta en arte (es profesora de la Universidad), gran cinéfila, escritora… Se trata de Pilar Pedraza. Al encargarme desde el Centro de Profesores de la formación en materia audiovisual del profesorado pude estar en contacto directo con Pilar. Con ella (a la que luego encontraba frecuentemente en algún cine junto a su marido) tuve, y sigo teniendo, una estupenda relación amistosa. Con la Conselleria de Cultura, a través de la filmoteca, y gracias a la coordinación con profesores de audiovisuales de otros CEPs de la Comunidad, conseguimos poner en marcha unos circuitos de películas para el alumnado (en dos ciclos independientes) de EGB y de BUP Filmes encerrados en diferentes ciclos, que conllevaban no solo la correspondiente presentación y coloquio sino también un elaborado material de trabajo para su utilización en el aula. Estos ciclos se iniciaron al comienzo de los noventa y alcanzaron su más amplía difusión en ese 1995. Las películas itinerantes, y sin fallo alguno en recepción y reenvío, cumplen sus objetivos. Para ello se cuenta con la ayuda de la Filmoteca. Ricardo da su visto bueno para que sea posible mientras que personas que allí trabajan, y en especial, José Antonio Hurtado y Aurea Ortiz, no sólo nos apoyan sino que nos facilitan enormemente la labor (las sesiones para escolares en el caso de Valencia, además, tienen lugar en la sala de proyección de la Filmoteca).

En aquel junio de 1995 se dirimirá pues el próximo Consell entre el PSPV, que sigue siendo liderado por Lerma, y el PP, partido liderado, en ese momento en la Comunidad, por un personaje un tanto pintoresco (en la medida que casi todos los políticos valencianos lo son, en más o menos medida) nacido en Cartagena. Su rápido ascenso en el partido se ha producido a raíz de obtener, con el voto de una tránsfuga del PSPV, la alcaldía de Benidorm. Su nombre es Eduardo Zaplana. A la curiosa historia de la obtención de esa alcaldía se unen unas extrañas cintas grabadas (el conocido caso Naseiro), que serán invalidadas por la justicia, donde su figura adquiere un enigmático protagonismo.

Las votaciones no dejan las cosas claras. Ningún partido tiene la posibilidad de acceder directamente al gobierno. Se tienen que llevar a cabo pactos de gobernación. Uno, parece cantado, aunque algunos mantenemos la vana esperanza de que no llegue a buen puerto: un partido regionalista de derechas —actualmente desaparecido, totalmente absorbido por el PP—, Unión Valenciana tiene la clave para abrir el gobierno a la derecha.

Cuando termina el certamen aún se sigue sin aclarar el futuro. Naturalmente el Gobierno que salga será determinante para el futuro de los dos festivales existentes en Valencia: la Mostra y Cinema Jove. El primero en manos del ayuntamiento, el segundo de la Generalitat. El resultado puede producir un gran cambio en todo, incluso en la propia Filmoteca que se agranda cada día más y más. Ricardo es una institución en el mundo del cine, pero su clara posición política puede llevar a pensar que su puesto, si se cumple lo que parece avecinarse, está también en interrogante.

En lo que respecta a nuestro festival, que es lo que más nos concierne, el peligro se cierne sobre la propia dirección. Nuestro director, Mario Viché, está ligado al Instituto de la Juventud, aparte de ser militantes del partido socialista. Si el Consell queda en poder del PP-UV la continuación de Mario será casi imposible.

Pocos días después de terminado el Certamen debo salir para La Coruña donde asistiré como invitado y participante en una mesa redonda a unas estupendas jornadas sobre el audiovisual en la educación. También asisten algunas personas de la Conselleria de Cultura. Es allí donde nos llega la noticia. Todo cambia de signo en la Generalitat. Se ha producido el pacto.

El gran tono cultural de la Comunidad de la década anterior y lo que se lleva de ésta, da paso a un tono chulesco, populachero… La hierba será arrasada convertida cada día que pasa en más y más cemento, en profusión de eventos costosos para disfrute de unos privilegiados… pero el aparato del partido dominante irá dejando todo tan atado, que nada (al menos hasta el momento) parece vencer una intolerable arrogancia capaz de cualquier tropelía. Actualmente la corrupción se extiende de Norte a Sur de la Comunidad. Con descaro, prepotencia lleva (y cada vez más porque el poder si se alarga termina en despotismo) el PP (además en solitario) desde hace quince años administrando la Comunidad como una finca personal… Después de mí el diluvio, parece ser su lema. O acaso aquel otro: por donde pasó

En Galicia, como indico, se nos comunicó el pacto. Queremos pensar que todo puede ir bien, que la cosa no es tan grave. De hecho estamos en Galicia, una comunidad gobernada por el PP, y aquí, en ese momento, celebramos unas brillantes jornadas. En ese momento nadie podría adivinar, ni en el más negro de los pensamientos, que la Mostra terminaría por convertirse en un certamen… de acción o de aventuras, el IVAM, un gran museo, en no se sabe muy bien qué… ¿Qué será de los festivales? ¿Del CEP?

Pocos días después de la vuelta a Valencia, al ir a resolver unos asuntos en el Departamento de Formación del Profesorado, del que dependen los CEPs, nos encontramos con una sorpresa: a alguna vistosas, alegres, bellas funcionarias que gustaban de llevar minifaldas se les ha sugerido que empleen otro tipo de indumentaria. El cambio ha comenzado.


Notas


1) Posteriormente un guión suyo lo rodará Don Siegel en 1970. Se trata de Dos mulas y una mujer. En 1988 intervendrá como actor en Conexión Tequila de Robert Towne.


(2) Le gustaba contar una curiosa e imposible anécdota: había invitado a Walsh a ver una de sus películas rodada en 3D. Como ver esas dimensiones, reía Budd, si era tuerto… El error de esta historia se debe a que Walsh también dirigió por aquella época una película en ese sistema.


(3) Los caballos árabes eran una de las debilidades del director. Se enorgullecía de tener varios en su espectáculo de rejoneo. En la película western–circense quería trabajar con actores americanos y españoles. Una de las actrices previstas era Asumpta Serna.


4) La corbata que llevé prácticamente a lo largo de mis años universitarios y de trabajo en la Universidad, incluso en los veranos, decide dejarla de lado después de casarme. Fui el primer profesor que rompí en el instituto de bachillerato de Ciudad Rodrigo con tal adorno. A los pocos días de irrumpir en mi trabajo sin ella, el resto de los compañeros también se la quitaron. No supuse que tal gesto de pequeña liberación aparejara tal profundo asentimiento general.


(5) Algo que el propio Rafael Maluenda cuenta en el libro del 25 aniversario: “Me dijo que le parecía educado y eso escaseaba: Hoy llevas una chaqueta, el otro día también (se refiere al día de la mesa redonda). Hay que hacer lo correcto. También yo llevo corbata por respeto al público que tiene el detalle de venir a escucharnos”. Palabras, que dejan claro el pensamiento de algunas personas. De ellas se deduce que para el director ni Sabín ni yo éramos educados, ni correctos. Bubb Boetticher, como otros (sobre todo algunos personajes americanos, falsamente cultos) no tienen conceptos demasiado claros de ciertas cosas (o costumbres).

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