Gracias a Dios de François Ozon


Gracias a Dios


François Ozon escribe y dirige Gracias a Dios, una película de ficción inspirada en la historia de las víctimas del sacerdote Preynat en Lyon y en los inicios de la asociación “La palabra liberada”. La película cuenta la lucha de tres víctimas que consiguieron destapar uno de los escándalos más dolorosos que jamás haya salpicado a la Iglesia católica de Francia. Un hecho que refleja que los tiempos han cambiado y que por fin se ha roto la ley del silencio.

Ozon cuenta la historia desde el punto de vista de las víctimas para indagar cómo vivieron su trauma, cómo se liberaron a través de la palabra y cuáles fueron las repercusiones familiares y sociales. Un largometraje que muestra nuevamente la indiscutible relevancia de François Ozon en el panorama cinematográfico actual, tanto por su prolífica carrera como su talento a la hora de saltar de género en género y la calidad de sus producciones.

Más de 800.000 espectadores franceses han visto Gracias a Dios desde que se estrenara el pasado 20 de febrero. Todo un logro para una película independiente que apenas unas semanas antes era recibida con entusiasmo en la Berlinale. El jurado del festival le otorgó el Oso de Plata Gran Premio del Jurado, galardón que Ozon recibió con alegría “por un tema que significa mucho para mí, la protección de la infancia, y también por una película que rompe el silencio de los abusos sexuales en una institución muy poderosa”.
       

Sinopsis

Alexandre vive en Lyon con su esposa e hijos. Por casualidad, se entera de que el sacerdote que abusó de él cuando era un boy scout sigue trabajando con niños. Se lanza a un combate al que no tardan en unirse François y Emmanuel, otras víctimas del sacerdote, con el fin de “liberarse” de sus sufrimientos a través de la palabra. Pero las repercusiones y consecuencias de sus testimonios no dejarán a nadie indemne. 


Gracias a Dios


Extractos de entrevista con François Ozon del pressbook
 

Con Gracias a Dios, es la primera vez que se enfrenta a un tema de actualidad y, además, con muchos personajes.

Al principio tenía la intención de hacer una película en torno a la fragilidad masculina. Me he ocupado a menudo de mujeres fuertes. En este caso me apetecía acercarme a hombres que deben enfrentarse al sufrimiento y a las emociones, dos cosas que se asocian tradicionalmente al género femenino. De hecho, el primer título de la película era “El hombre que llora”.
 
Pero fue entonces cuando se cruzó en mi camino el asunto Preynat. Leí testimonios de hombres que habían sufrido abusos siendo niños en el seno de la Iglesia en el portal “La parole libérée” (La palabra liberada), y uno de esos testimonios me conmovió de forma especial. Me refiero al de Alexandre, un católico ferviente que contaba su recorrido hasta los 40 años, edad en la que por fin pudo hablar. El portal también contenía entrevistas, artículos de periódicos y extractos de los correos electrónicos que había intercambiado con las altas instancias católicas de Lyon, como el cardenal Barbarin y Régine Maire, encargada de la oficina de ayuda psicológica a las víctimas de sacerdotes. Me parecieron documentos apasionantes y me puse en contacto con Alexandre.

¿Qué le hizo abandonar la idea del documental para inclinarse por la ficción?
 

Cuando empecé a hablar de forma más concreta del proyecto con las víctimas, sentí una decepción y una especie de reticencia ante el género documental. Ya habían concedido decenas de entrevistas a la prensa, habían participado en reportajes, en documentales para televisión… Les intrigaba que un realizador de cine se interesara por ellos. Ya se habían imaginado una película al estilo de Spotlight y como personajes de ficción encarnados por actores conocidos.
 

Esperaban que hiciera lo que realmente sé hacer… y me lancé a una ficción con cierta aprensión porque sentía un enorme cariño por los personajes reales y temía no encontrar la manera de encarnarlos, de hacerles justicia.
 

¿Cómo fue la escritura del guion?

Reconozco que cuando empecé me entraron ganas de torcer el material para que cupiera en mi guion. Cuando esos hombres cuentan su historia, dejan zonas oscuras, y yo tenía tendencia a usar atajos. También me asustó el número de personajes y pensé en reducirlos. Por ejemplo, fundir las letradas de François y Emmanuel en un solo personaje con el fin de ser más eficaz desde una perspectiva narrativa. Pero las dos mujeres tenían una personalidad y un punto de vista diferentes, por lo que decidí asumir la amplitud de una película coral y respetar lo máximo posible los hechos auténticos y su complejidad.

Para la primera parte de la película, le pedí a Alexandre que fuera extremadamente preciso en cuanto a la cronología de su recorrido en la Iglesia, y sobre todo acerca de su encuentro con Régine Maire y su enfrentamiento con Preynat. Con François y Pierre-Emmanuel fue más fácil porque disponía de las declaraciones de ambos. Además, también tenía sus correos electrónicos y sus testimonios en la web de “La palabra liberada”. Conocía su vocabulario, sus expresiones. Cuando Emmanuel le dice a Preynat: “Yo era un niño…”, son sus palabras reales. De hecho, se las escribió, no se las dijo, como ocurre en la película.


Fuente y material: Comunicación Golem 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Crítica de Mi nombre es Khan

La Filmoteca. Programación del 3 al 8 de marzo de 2020

Crítica de Fama