La mujer sin piano

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La mujer sin piano


web `La mujer sin piano´, distribuida por Avalon




Dirigida por Javier Rebollo, Concha de Plata al Mejor Director en el Festival de San Sebastián 2009, sobre ella dijimos:


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La mujer sin piano es Rosa, el conocido rostro televisivo de Carmen Machi. Rosa es un ama de casa. Un ama de casa que ha montado en su piso una consulta casera de estética y durante el día no tiene más compañía que la televisión. Su marido, taxista, se preocupa por su oído. Desde hace meses, Rosa oye permanentemente un zumbido. Pero los médicos de la seguridad social —porque ha sido remitida a varios especialistas— no saben ponerle solución. Subir el volumen del televisor puede ser una opción para disimularlo. Pero el pitido sigue ahí. Al igual que su hastío por una vida que se quedó anclada en los años 70.

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Todo es muy ordinario en la vida de Rosa: hule a cuadros sobre la mesa de la cocina, el tocador sobre la cajonera del dormitorio, un sofá convencional, la maleta de cuero guardada en lo alto del armario, un cuadro de caza sobre la cabecera del dormitorio… y dos huevos duros. ¡Ay no, que no estamos en el camarote de los hermanos Marx! Aquí se pide un coñac en copa pequeña. Porque todo es muy sencillo, a excepción de la consulta de estética. A pesar de que esté montada en un domicilio particular, se trata de un trabajo profesional. O, al menos, lo ha de parecer.

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La mujer sin piano es simplemente la vida de una mujer corriente. ¿Simplemente! Una mujer mayor corriente. Esperpénticamente ordinaria. Con un hijo que hace años abandonó el nido familiar. Que está necesitada de sexo. Y que compra a través de la teletienda el último ingenio tecnológico que, en teoría, tendría que hacerle la vida más fácil. Sin embargo, al ir a buscarlo a la oficina de correos, la burocracia le impide recoger el paquete. ¡Hasta qué punto puede llegar a desquiciar que se cumplan las normas a rajatabla! Porque, si hay un cartel que prohíbe fumar, es que no se puede fumar. Y si es hora de cierre, hay que chapar. Pero, por favor, póngame un coñac en copa pequeña.

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Rebollo no nos cuenta acciones, si no que nos describe sensaciones. Rosa, esa ama de casa hastiada, profesional de la depilación, está cansada de que las llamadas incesantes de los comerciales no le permitan masturbarse con tranquilidad. Por todo ello, o quizás por que no tiene ningún aliciente, ha decidido dar un giro en su vida. Una vez acostado su marido, se apresura a recoger alguno de sus bártulos y salir en mitad de la noche hacia un destino incierto. Poco importa el destino cuando se puede soñar con alcanzar la felicidad cogiendo el primer bus. Rosa, esta profesional de la depilación cuyo rítmico taconeo retumba en la soledad de la noche, inicia su andar en una noche que se antoja larga. Decidida, se dirige con firmeza hacia su nuevo destino. La música épica va en crescendo hasta que, en el momento culmen, su destino pasa de largo. ¡Ya es mala suerte lo que carga Rosa en la maleta! Por favor, un coñac en copa pequeña.

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No, no es que no haya cobertura. Sólo es que no hay nadie que te llame, Rosa. Y no, Rebollo no hace cine francés. Sólo es que recuerda tanto al humor de Aki Kaurismaki. ¡Qué larga se les va hacer a algunos espectadores la noche en que transcurre La mujer sin piano! Por favor, pónganles un coñac en copa pequeña.



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