Mi nombre es Orson Welles: El esplendor de los Ambersons

Siempre me ha fascinado El esplendor de los Ambersons, también conocida como El cuarto mandamiento. La segunda película de Orson Welles, rodada en 1942, es la continuación de los logros conseguidos en Ciudadano Kane al servicio de una historia donde se cuenta la decadencia de una familia aristócrata en una época donde el progreso impone el cambio. Frente a lo antiguo, representado por esa clase social noble que sólo sabe hablar del pasado, aparece ahora ese nuevo hombre capaz de hacerse a sí mismo (el prospero empresario enriquecido por su participación en los negocios del automóvil), todo enmarcado dentro de una historia de amor (frustado) que se prolonga en el tiempo.

Pese a todos los problemas que Welles tuvo en el rodaje, y que terminaron cuando el estudio asumió el control de la película, elimando parte del metraje, remontando el final e incluso rodando algunas escenas adicionales para conseguir un happy end forzado (parece ser que el encargado fue el montador –y futuro director- Robert Wise, El esplendor de los Ambersons conserva toda la fuerza que Welles quería imprimirle, y como otros ejemplos en el cine (Érase una vez en America, Apocalypse now), el resultado es un ejemplo hermoso de cómo ni con multitud de manipulaciones se puede acabar del todo con una obra maestra.

Se podría elegir infinidad de escenas pero la propuesta que os hacemos hoy son los títulos de crédito finales. Y Welles decide aquí mostrar en imágenes a todos aquellos que han participado en el filme mientras con su propia voz va presentando los nombres y lo que hacen, primero los técnicos (por ejemplo, el libro en que basa la película, una mesa de sonido para el sonido, una cámara para el director de fotografía, unos vestidos para el diseño de vestuario), posteriormente, el reparto (encadenando los rostros de los actores principales), y finalmente, el propio director (“yo escribí el guión lo dirigí, mi nombre es Orson Welles”) representado por esa “jirafa”, el instrumento que recoge todo el sonido y que siempre está por encima del plató, planeando sobre todo lo que se rueda.

En ese minuto y medio que duran estos títulos de crédito Orson Welles deja patente los dos aspectos que El esplendor de los Ambersons transmite al espectador, primero, que todo lo que se cuenta (en una historia muy literaria desde su origen) se muestra a través de la primacía de lo visual, y segundo, la reivindicación de la autoría del filme por parte del director. Un magnífico ejemplo de lo que se puede hacer con las imágenes aunque sea en un espacio tradicionalmente olvidado como es el de los títulos finales.


Ver esta escena en Youtube:


Comentarios

  1. ¿Grandes comienzos de peliculas? Casi todos los de Welles (Otelo, por ejemplo) pero sobre el de Sed de mal.
    ¿otros grandes comienzos? También muchos. Recuerdo los creditos de Farenheit 451 sin cartel alguno, dichos en off como en el final de los Amberson, desde un claro planteamiento: no hay letreros porque se nos va a hablar (por parte de Truffaut) de un mundo en el que está prohibido leer. Excelente unión entre lo que vemos y lo que se nos v a ofrecer
    Rinconete

    ResponderEliminar
  2. Hola, no he visto esta película, pero me ha gustado esta escena. ¿Se puede conseguir en DVD?

    ResponderEliminar
  3. La película es relativamente fácil de encontrar en cualquier videoclub que tenga una buena sección de clásicos. Esta a la venta y la versión que yo conozco es la editada por Manga Films.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Crítica de Mi nombre es Khan

La Filmoteca. Programación del 3 al 8 de marzo de 2020

Crítica de Fama