Pina Bausch, por Pedro Almodóvar
"Conocí a Pina Bausch en los años noventa, después de una sesión vergonzante para cierto público del Teatro Real, que acabó abucheando su impresionante espectáculo "Nelken" (Claveles).
Olvidada esta penosa anécdota aquella noche fue para mí una revelación. Desde ese primer abrazo mantuve con Pina una relación muy estrecha.
Olvidada esta penosa anécdota aquella noche fue para mí una revelación. Desde ese primer abrazo mantuve con Pina una relación muy estrecha.
Pina Bausch fue una fuente constante de placer, me provocaba emociones muy diversas y me inspiraba siempre. Ocurrió como en la canción de Chavela, "sin saber que existías, te deseaba, y antes de conocerte te adiviné".
Coincidíamos en muchos aspectos, tanto artísticos como personales (el uso ecléctico de la música y el de la mujer como icono total). Nuestra amistad fue fulminante y para siempre. Pina era una mujer muy femenina y muy sensual, eso es algo que se aprecia en todos sus espectáculos, incluso en los primeros, más negros, herederos directos del cine expresionista alemán. Todas sus bailarinas tenían largas y salvajes melenas, en el vestuario abundaban los vestidos largos y floreados, los tacones y los cigarrillos. Hace muchos espectáculos que introdujo el agua en el baile. La tierra, las flores, el verde del campo y la arena de la playa. Siempre había un momento en que las parejas se agarraban y empezaban a bailar, en la feria de cualquier pueblo.
El momento en que el grupo de bailarines se enlazaba y bailaban emparejados al final de su pieza "Mazurca Fogo", a ritmo de música caboverdiana, fue uno de esos milagros que no se pueden agradecer lo suficiente. Pina me permitió que trasladara su magia al final de "Hable con ella". También tengo que agradecerle que al principio de la película ella misma bailara acompañada por la pionera y mítica Malú, "Caffe Müller" para mí. Imposible soñar mejor comienzo para una película que cuenta la historia de dos mujeres en coma que las imágenes de Pina y Malú, vestidas en combinación blanca, caminando a ciegas por un escenario lleno de sillas y mesas, en cuyas paredes acababan chocando. No puedo explicar la emoción que me agarrotó cuando lo vi por primera vez. Hay tanta determinación, fragilidad, extrañeza, dolor y ternura en esas dos mujeres de ojos cerrados y brazos y piernas imparables!
La relación de los cuerpos era esencial en su trabajo. Una relación a veces lúdica, sensual, especular, autoritaria o dolorosa. Sus espectáculos desbordaban fisicidad, instinto y una sensibilidad indómita, delicada y original.
A Pina le gustaba abrazar, y sentir la mejilla del otro contra la suya. Creo que es la persona de la que más fotos tengo besándonos, o abrazándonos. Recuerdo muy bien su cuerpo, su torso tan leve, los brazos fibrosos, sus manos. Se inventó un modo de mover como flotando los brazos y las manos, entre otras muchas cosas.
No le gustaba hablar de lo que había detrás de sus coreografías, las depositaba en el escenario para que cada espectador las sintiera a su manera. Todas las reacciones eran legítimas, y todas las aceptaba con esa sonrisa única y tan característica. Incluso la patosa violencia de un público emperifollado que había ido al Real para ver "Nelken" (Claveles) creyendo que iban a ver una zarzuela.
Con un cigarrillo perenne en la mano, y su sonrisa indescriptible Pina Bausch creó un antes y un después en la danza contemporánea del último cuarto del siglo pasado. Sus coreografías están vivas, imagino que la compañía que acaba de dejar huérfana seguirá mostrándolas ante el asombro del mundo. Ah, adoraba el flamenco, y el mundo del flamenco la adoraba a ella. Esta noche iré al bar Candela, seguro que allí encuentro a alguien con quien llorar la muerte de Pina Bausch. "
Pedro Almodóvar
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