Crítica Donde viven los monstruos
Volver a ser un niño 1 2 3 4 5
Escribe Roberto Osa López
Siete años ha habido que esperar para que el director Spike Jonze vuelva a la gran pantalla con un nuevo título. Donde viven los monstruos narra la historia de Max, un niño inquieto e incomprendido que vive con su madre y su hermana. Como ninguna de las dos le presta la atención que necesita, Max anda de un lado para otro construyendo sus propios mundos. A raíz de una fuerte discusión con su madre, Max se escapa de casa. En su huída, llega a una isla habitada por unas criaturas misteriosas y salvajes: los monstruos. Para evitar que se lo coman, el joven inventa una historia con la que les hace creer que él es su rey. Max les promete crear un mundo donde todos sean felices, pero pronto se dará cuenta de que reinar es más difícil de lo que parece.
Se ha dicho de Donde viven los monstruos que es una película para niños. Basada en el aclamadísimo cuento infantil de Maurice Sendak, es justo decir que el film de Jonze es ante todo una película sobre la infancia, sobre los sentimientos que a todo ser humano le han abordado durante esa época tan maravillosa de nuestras vidas. Como cualquier niño, como usted cuando lo fue, Max crece entre sentimientos contradictorios, entre emociones que a veces no puede controlar y que necesita sacar.
La historia transcurre fiel al punto de vista del niño, con las alegrías y decepciones de quien se encuentra empezando a entenderse a sí mismo y a los demás. Uno de los mayores aciertos del director es la forma en la que decide tratar la relación del niño con el mundo que le rodea, evitando la típica complacencia del cine con la infancia. En numerosos filmes, hemos visto a los niños comportarse y tener pensamientos de adulto, lo cual siempre resta credibilidad a la historia y añade ese punto mediocre de telefilm de sábado por la tarde. En palabras del propio director: “A los niños se les da mucho material que no es sincero, por lo que una historia como ésta llama su atención. Yo mismo recuerdo que a esa edad necesitaba saber que otros niños estaban pasando por lo mismo que yo y que pensaban igual”.
En Donde viven los monstruos, Max, como Rey de los Monstruos, toma decisiones, que es lo que se espera de un dirigente. Obviamente, son medidas que nada tienen que ver con lo racional, porque es un niño: saltar, correr, gritar, hacer guerras de arena e incluso prometer cosas que no va a poder cumplir. Este último punto es el que más disgustos va a traer a Max, ya que los monstruos, al igual que Max, también se comportan de una forma impulsiva e imprevisible, lo que hace que su relación con ellos sea complicada, porque al fin y al cabo, Max está rodeado de monstruos y eso a veces le complica su reinado.
Tanto en el cuento de Sendak como en la película, vemos claramente cómo detrás de los Monstruos que habitan la isla se esconden todas y cada una de las emociones que están dentro del ser humano y que en un niño son más difíciles de enmascarar: la inocencia, la alegría de vivir, el amor, pero también el egoísmo, la dificultad de la relaciones sociales o el miedo a la soledad.
Tras Cómo ser John Malkovich (1999) y Adaptation: El ladrón de orquídeas (2002), Donde viven los monstruos es el tercer trabajo de Spike Jonze como director. La adaptación del cuento de Sendak al cine ha sido realizada entre el novelista Dave Eggers y el propio Jonze, ambos guionistas noveles. El director asegura que el reto que les suponía escribir un guión de cine por primera vez ha sido una de las razones de que la película rebose frescura de principio a fin. En cuanto a la frescura de la película, también conviene apuntar lo curioso que resulta que en 2009 un director decida rodar con muñecos reales, con patas, cuernos y pelo, y restar importancia a las posibilidades del 3D. A priori, esto puede parecer un retroceso, pero el factor fisiológico de la construcción de los monstruos, así como el rodaje en escenarios naturales, hacen que todo sea más cercano, que los monstruos sean más familiares y creíbles, y que realmente nos veamos inmersos en ese mundo maravilloso que Max quiere construir.
Se ha dicho de Donde viven los monstruos que es una película para niños. Basada en el aclamadísimo cuento infantil de Maurice Sendak, es justo decir que el film de Jonze es ante todo una película sobre la infancia, sobre los sentimientos que a todo ser humano le han abordado durante esa época tan maravillosa de nuestras vidas. Como cualquier niño, como usted cuando lo fue, Max crece entre sentimientos contradictorios, entre emociones que a veces no puede controlar y que necesita sacar.
La historia transcurre fiel al punto de vista del niño, con las alegrías y decepciones de quien se encuentra empezando a entenderse a sí mismo y a los demás. Uno de los mayores aciertos del director es la forma en la que decide tratar la relación del niño con el mundo que le rodea, evitando la típica complacencia del cine con la infancia. En numerosos filmes, hemos visto a los niños comportarse y tener pensamientos de adulto, lo cual siempre resta credibilidad a la historia y añade ese punto mediocre de telefilm de sábado por la tarde. En palabras del propio director: “A los niños se les da mucho material que no es sincero, por lo que una historia como ésta llama su atención. Yo mismo recuerdo que a esa edad necesitaba saber que otros niños estaban pasando por lo mismo que yo y que pensaban igual”.
En Donde viven los monstruos, Max, como Rey de los Monstruos, toma decisiones, que es lo que se espera de un dirigente. Obviamente, son medidas que nada tienen que ver con lo racional, porque es un niño: saltar, correr, gritar, hacer guerras de arena e incluso prometer cosas que no va a poder cumplir. Este último punto es el que más disgustos va a traer a Max, ya que los monstruos, al igual que Max, también se comportan de una forma impulsiva e imprevisible, lo que hace que su relación con ellos sea complicada, porque al fin y al cabo, Max está rodeado de monstruos y eso a veces le complica su reinado.
Tanto en el cuento de Sendak como en la película, vemos claramente cómo detrás de los Monstruos que habitan la isla se esconden todas y cada una de las emociones que están dentro del ser humano y que en un niño son más difíciles de enmascarar: la inocencia, la alegría de vivir, el amor, pero también el egoísmo, la dificultad de la relaciones sociales o el miedo a la soledad.
Tras Cómo ser John Malkovich (1999) y Adaptation: El ladrón de orquídeas (2002), Donde viven los monstruos es el tercer trabajo de Spike Jonze como director. La adaptación del cuento de Sendak al cine ha sido realizada entre el novelista Dave Eggers y el propio Jonze, ambos guionistas noveles. El director asegura que el reto que les suponía escribir un guión de cine por primera vez ha sido una de las razones de que la película rebose frescura de principio a fin. En cuanto a la frescura de la película, también conviene apuntar lo curioso que resulta que en 2009 un director decida rodar con muñecos reales, con patas, cuernos y pelo, y restar importancia a las posibilidades del 3D. A priori, esto puede parecer un retroceso, pero el factor fisiológico de la construcción de los monstruos, así como el rodaje en escenarios naturales, hacen que todo sea más cercano, que los monstruos sean más familiares y creíbles, y que realmente nos veamos inmersos en ese mundo maravilloso que Max quiere construir.
La interpretación de Max Records, a pesar de ser su debut en el cine, está a la altura de los gigantes de la interpretación que ponen su voz a los monstruos: James Gandolfini (Los Soprano), Forest Whitaker (El último rey de Escocia, La habitación del pánico) o Chris Cooper (American Beauty, El ladrón de orquídeas).
Con Donde viven los monstruos, Spike Jonze ha conseguido que regresemos a la época más imprescindible de la vida, despertando sueños que llevaban mucho tiempo apolillados en un rincón de nuestra memoria. El escritor checo Rainer M. Rilke dijo una vez la ya famosa frase: “La única patria del hombre es su infancia”. Gracias a Sendak y a Spike Jonze yo lo tengo desde hoy un poquito más claro.
una pasada de película!
ResponderEliminar