Crítica Historias de San Valentín

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Escribe Eva Cortés

Cartel Historias de San Valentín
El Día de San Valentín es una celebración tradicional de los países anglosajones que poco a poco se ha ido extendiendo por todo el mundo. La tradición manda regalar flores y el mundo en general está más perceptivo al amor.
Con esta premisa Garry Marshall nos presenta una historia de relaciones de amor y desamor que se entrecruzan justamente el día de San Valentín. Para ello ha recurrido a un conocido plantel de actores como principal reclamo promocional del filme.
Pero a pesar de todos estos actores, la historia no cuenta con un guión lo suficientemente convincente y al final lo negativo supera a lo positivo.
Historias de San ValentínEl primero de los desaciertos es precisamente el localizarse en el día de San Valentín. Y es que una cosa es que las historias se contextualicen y otra hacer propaganda consumista. Aunque el protagonismo pretende ser coral, en realidad Ashton Kutcher lleva la voz cantante del reparto. Él trabaja como florista en un centro comercial lo que produce que haya varias escenas que transcurren en su ámbito laboral; en muchas observamos a la gran masa comprando flores. ¿Cuál es el mensaje que se pretende transmitir con esto, que si no compras flores ya no estás enamorado?
Este es sólo un ejemplo de la incitación a comprar que la película lleva implícita y desmejora el mensaje real de buscar el amor.
Pero hay más. En su afán por abarcar todo tipo de relaciones desde el amor infantil hasta el maduro pasando por el juvenil, sin diferencias de razas y sexos, Garry Marshall no encuentra el equilibrio de metraje entre ellas.

Así las menos ricas en matices, como es la rubia (Jessica Alba) con el floristero (Ashton Kutcher), quien al final acaba colgado de su mejor amiga (Jennifer Garner), o la de esta misma amiga que es maestra y tiene un novio que es médico (Patrick Dempsey), con el que parece estar empezando una relación formal, se llevan la palma en minutos. Mientras que Garry deja para un segundo alguna más controvertida, como es la de Julia Roberts y el chico del avión (Bradley Cooper).

Y la verdad, siendo objetivos cinematográficamente hablando, Julia Roberts junto con Anne Hathaway, es la mejor de todo el plantel. Ella sola llena la pantalla. Con menos minutos que el resto, su historia es de las pocas que consigue mantener el ritmo, captar la atención del espectador. Su final sorprende y nos deja con buen sabor de boca; y es que donde hay experiencia se nota. El resto también es verdad que poco pueden hacer al encontrarse ante un guión al que le falta fuerza para transmitir.

Historias de San Valentín
¿Inspiración o copia?

Otro de los puntos negativos es que se nota demasiado parecido a Love Actually de Richard Curtis. Historias de San Valentín recuerda a la ya nombrada en el formato de puzzle de historias, pero la diferencia es que Curtis las entrelazó de una manera mucho más verosímil, encontró el equilibrio de metraje entre unas y otras, y la evolución de los personajes fue mucho más rica que en esta.

Siempre es lícito inspirarse, pero hay veces que se sobrepasa la línea llegando a parecer más una copia. Cuando hablo de esto, lo digo por partes del guión como son por ejemplo: la historia del niño enamorado, donde el espectador no sabe de quien hasta el final emulando al querido Thomas Sangster que se enamora en Love Actually de una niña de su clase y aunque esto se nos dice bastante pronto, la intriga residía en descubrir la identidad de la chica y ver si Thomas la conquistaba con sus dotes a la batería; también es similar la historia entre Shirley MacLaine y Hector Elizondo con la formada por Emma Thompson y Alan Rickman en Love Actually; ambas son parejas maduras donde la infidelidad comienza a abrirse paso en su tranquila vida.
Así pues, más predecible y empalagosa que la anterior, más forzada y menos original que la de Curtis. Y por si fuera poco, para llenar más aún el cupo de dulce, no podía faltar en ésta como viene ya siendo habitual - y yo siempre reseño- , en las comedias románticas actuales, una boda. Claro que Garry Marshall ha intentado ser sutil y la ha incorporado sin formar parte de la trama principal.

Esta vez se trata de una boda india que se celebra en un restaurante, justo en la mesa de al lado de la cena de los que repudian San Valentin, por aquello del afán de reunir todos los extremos... No veo justificable tanto recargamiento.

Y el final… predeciblemente mega–feliz como no podía ser de otra manera. El caso es que tiene una particularidad diferente de Love Actually, más cercana a lo que vimos hace poco en ¿Qué les pasa a los hombres?, otro filme de enredos románticos; el caso es que casi ninguna de las parejas acaba con la persona con la que comenzó al principio del día. No chocaría porque los sentimientos cambian, pero que suceda en un tiempo tan reducido… llama la atención, no es creíble.

En un día Ashton Kutcher pasa de estar extra-enamorado de Jessica Alba a darse cuenta que su verdadero amor es su mejor amiga Jennifer Garner, ella ilusionada por el médico recorre media ciudad para verle y darse cuenta de que está casado, le da tiempo a volver, ir a la cena para solteros y darse cuenta de que su amor verdadero es su amigo Ashton Kutcher; por su parte Jessica Biel que no cree en el amor, que le gusta su jefe el futbolista Eric Dane, descubre en ese mismo día que este gay, se frustra, y sale del bache al conocer al periodista anti- romanticismo Jamie Foxx; o la recepcionista Anne Hathaway que en un día le da tiempo a tener tres citas con el mismo chico con sus respectivas rupturas; demasiado vaivén para un veinticuatro horas.

Por eso a los amantes de Love Actually que son el público objetivo de esta película, les recomiendo que si van a verla no esperen encontrar la frescura de aquella, que se reíran sí en alguna escena, pero que si con ella pretenden emocionar a su pareja es difícil que lo consigan.

Historias de San Valentín

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