Crítica de Océanos

El mar que nos sustenta 1 2 3 4 5
Escribe Carlos Losada

Cartel de Océanos
También podíamos hablar del mar que nos habita, porque aparte de sustentarnos, el mar, todos los mares conocidos, habitan en nuestro ser porque formamos parte de sus elementos, de su habilidad para existir. Y eso, lo de habitar y sustentar, es lo que podemos encontrar en los océanos, que dan cobijo a los mares, o la mar, como decía el viejo de Hemingway, sin que por eso nos olvidemos de Manrique y sus Coplas. De alguna manera, por algunos o parecidos sortilegios, debieron pensarlo y sentirlo Jacques Perrin, y sus colaboradores, para ofrecernos este Océanos, que nos envuelve con sus imágenes, muchas originales, otras poderosas, algunas emocionantes y todas repletas de sentido y sensibilidad.

Siguiendo la pauta de su excelente Nómadas del viento, Jacques Perrin y su equipo, en un rodaje de cuatro años –que con preparación y selección final de secuencias, se ha ido a unos ocho-, nos sumerge en las profundidades del mar, del mar océano, que decían en tiempos de Colón, para contarnos historias de sus habitantes, de la ballena azul a la sardina, de la morsa a los crustáceos, del delfín al atún, sin olvidar la tempestad, en una suerte de documental, que él y los suyos gustan de llamar “ópera salvaje”, con la excelente banda sonora de Bruno Coulais, y que en el fondo nos trae el más que necesario y útil conocimiento del mundo en que vivimos.

OcéanosY es de agradecer que lo hagan así, porque no hay duda que con el hábil montaje final quedamos enterados de la singularidad de las diversas criaturas marinas, algunas que nos enseñan son nuevas para nosotros, y de la particularidad de sus vidas y costumbres. Sirvan como ejemplos la ternura de la morsa al nacer su cría, la elegancia en su velocidad de atunes y delfines, de la mirada salvaje y bella de las iguanas marinas de las Galápagos, de las dificultades de la ballena azul para sobrevivir, de la mutilación de los tiburones –para hacer la sopa de aleta de tiburón-, condenados a morir desangrados. Por cierto, esta secuencia del corte de las aletas del tiburón, están filmadas con tiburones de látex, porque la filmación con barcos reales les hubiera supuesto un riesgo para sus vidas, dado cómo se las gastan esos pescadores despiadados, sujetos a demandas que fomentan algunos restaurantes y sibaritas.

Y sirve de ejemplo para profundizar en la degradación del medio marino, en la destrucción de especies –que se muestra en un museo, con el propio Perrin y su hijo Lancelot- y la más que precisa concienciación humana para que sigamos sintiendo por el mar, por el océano -por todos los seres vivientes- el mismo respeto que tenemos por nuestras vidas. De ese modo entenderemos mejor, y este Océanos nos ayuda, la interrelación que existe entre los seres vivos, sobre todo por lo que atañe a nosotros, pues como venimos diciendo el mar nos habita y nos sustenta, aunque a veces nos asuste y nos sorprenda, pero es su ley, ley gravitacional que mueve todo el universo.

OcéanosValga de ejemplo de lo dicho las escalofriantes imágenes de la tormenta, donde el mar juega con los barcos que lo surcan, en una especie de caricia salvaje, de amor apasionado, para quienes intentan dominarlo. Las consecuencias de todo esto, a la luz de las imágenes vistas, quedan claras. Disfrutamos de un espectáculo que nos sustenta y que nos ayuda a vivir, con sus mareas, sus corrientes subterráneas, sus sardinas apiñadas, sus ágiles delfines, sus iguanas asombradas, y esos hielos que se van deshaciendo dolorosamente; y ese juego de la vida, del que es excelente ejemplo el océano, en la que todos estamos embarcados.

Gracias, pues a Perrin, Cluzaud, a todo el equipo, -Galatée Films y Vértice Cine incluidos, por no escatimar medios para que esta película llegase a los cines- y disfrutemos y aprendamos con sus imágenes.


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