Fantasmatropos (3 / 3)


Emily Richardson sabe como proyectarse hacia el más allá desde el presente. Con Cobra Mist, es como si Richardson lanzase una sonda espacial a un extraño paraje lunar. Un lugar que amanece sin vida. Sobre su superficie quedan los esqueletos de antiguos habitáculos de hormigón y hierro. Se capta el sonido irreconocible de lo que podrían ser comunicaciones extraterrestres. La cámara, rotando sobre su propio eje, inspecciona el lugar a base de sistemáticas panorámicas circulares. El cielo avanza veloz de este a oeste. Sigue sin verse vida aunque se oye algo similar al graznido de gaviotas. Y al fondo un faro. Y algas. ¿Estaremos cerca de la playa, pero en temporada baja? ¿O es que estamos en un paraje post-atómico?

Cobra Mist, de Emily Richardson (2008)

El uso que hace Richardson del sonido y la imagen, acelerando sus tiempos hasta despegarlos de su naturalidad, le permite extraer la rareza de lo singular. El escenario ya está casi localizado. El decorado está constituido por una fábrica abandonada, paredes descorchadas, hormigón, el esqueleto de unas vigas sin cubierta. Zona desmilitarizada. La ambientación la ponen las inclemencias del viento y la lluvia (¿ácida?) que aparece en el tramo final. La acción corre a cargo de la luz y el sonido que, a base de irrupciones espasmódicas y veloces, generan inquietud ante lo desconocido del mundo ordinario.



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