Crítica de Jacuzzi al pasado


Gamberrada sin tapujos 1 2 3 4 5 
Escribe Carlos Losada


Jacuzzi al pasado

A veces es curioso comprobar como los productores y distribuidores se las ingenian para promocionar sus películas. En el caso de Jacuzzi al pasado, de Steve Pink, han echado mano de lo suelen llamar "acercarse a lo popular". Manifiestan que esta película es un homenaje a las comedias de adolescentes de los ochenta. Naturalmente, no aclaran cuáles; aunque tampoco habría que hilar muy fino para darse cuenta de que serían de las inocentes gamberradas que por entonces se hacían, de forma un tanto tímida y pretendiendo no incordiar a los mayores.


El caso es que la promoción no sabemos si surtirá efecto, porque esta película es difícil de clasificar, al margen de afirmar rotundamente que es una gamberrada sin tapujos porque parece copiarse a sí misma, ya que en el fondo nos lleva a la escatología pura y dura, donde el culo, caca, pis de la infancia inocente se torna monserga de gruesos caracteres para adultos que no presumen de hacerse los remilgados.

Jacuzzi al pasado

Pues en eso estábamos cuando el grupo de amigos de juventud, que ahora atraviesan una existencia más gris que monótona, y de una cotidianidad sin alicientes, deciden reunirse y volver a tiempos anteriores, cuando juntos se lo pasaban "cojonudamente", utilizando sus expresiones. Y se van a un hotel en las montañas, que tiene jacuzzi y así intentar conjurar el pasado, dado que disfrutaron del jacuzzi cuando eran adolescentes. Una vez instalados, y considerablemente bebidos, se instalan en el jacuzzi de sus recuerdos. Y milagro del guionista, y de cierto sentido negro de la existencia, el jacuzzi, al relajarlos, les lleva a 1986, con su aspecto actual, pero con las neuronas al acecho para rehacer esas vidas que en 2008 no les gustan nada.


Y así empieza una serie de procacidades, que parecen no tener fin, y unas situaciones personales que rozan la humanidad, pero sin ningún sentido ni del ridículo que hacen, ni de las consecuencias que pueden acarrearles. Los actores, desde John Cusak hasta el último figurante, ponen las caras adecuadas a sus desmanes, y algunos hasta se mofan de ellas, como si no acabasen de creérselo, lo que es de agradecer, y resulta ser el único tanto positivo de esta película, porque dan la impresión que pueden llegar a reírse de sí mismos, provocando en algunos espectadores una anuencia que hasta les resulta simpático un comportamiento tan absurdo.


Jacuzzi al pasado recaudó mucho en los USA; pero ya sabemos que allí casi todo es posible, y que por estos lares nos pueden parecer cargantes estas gamberradas, porque aparte de conocerlas, y contemplar algún que otro botellón, sabemos que las provocan gentes sin otras miras que el raquítico presente que les devora, la insuficiencia de sus motivaciones, lo cansados que están de sí mismos; y es que en el fondo tenemos un sentido del humor más desarrollado hacia la sutileza de las cosas –aunque por aquí se hayan rodado algunas gamberradas sin más gracia que la estupidez que las provoca.

Jacuzzi al pasado

Por lo demás, toda la fuerza de sus expresiones y sugerencias, su desear, su querer llevar a cabo, se les va por la boca, nunca mejor dicho, porque de acciones diríamos que cero. Esto es, que si expresan el deseo de hacer todas las habilidades amorosas posibles, o todas las posibilidades de juntarse con la persona de sus deseos para hacerla disfrutar más que nunca, y a veces de manera tan salvaje como visceral, todo se queda en palabras, en querer y no hacer –al margen de algún escarceo sexual de poquísimo fuste-, y en la terrible sensación que sus vidas y sus necesidades, sus sueños y esperanzas, son únicamente humo. El resto, como dijo Horacio, es silencio.

Jacuzzi al pasado no pasará de esta temporada, y será olvidada poco después de su estreno –aunque su presentación en DVD pueda generar algún comprador compulsivo- y nos quedará el convencimiento que este tipo de películas no son necesarias, al margen de saber burlarse, en algún momento, de sí mismas, que ya es algo. Hala, a disfrutar de la vida, porque las imágenes de Steve Pink no son necesarias, aunque algunos les riamos las gracias un poquitín.



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