Crítica de Kick Ass


El gran nerd americano 1 2 3 4 5
Escribe Ángel Vallejo


Kick Ass
¿Es una comedia adolescente? ¿Es una peli de superhéroes? ¿Es un pulp tarantinesco? No, es Kick ass… una (casi) novedosa forma de hacer cine que aúna lo más irreverente de las películas de jóvenes salidos, la crítica que subyace a las últimas películas de superhéroes, sin su tono grandilocuente, y la expresiva violencia de lo cotidiano de los filmes de Tarantino. Atesora además un sinfín de referencias culturales de viejo cuño como los westerns de Sergio Leone o los cuadros de Andy Warhol, que no hacen ascos a la convivencia con Internet, en su versión de redes sociales o juegos online al más puro estilo shooter o con los mass media creadores de opinión y propagadores del pánico. Una pequeña joya que no pretende serlo más allá de su conciencia de relato postmoderno, fragmentario, que huye de las grandes historias, los grandes personajes y las enseñanzas morales, aunque no renuncie por ello a plantear seriamente sus objeciones, sus reproches y sus pataleos de la forma más justicieramente poética.
Sí, todo eso es Kick ass, la tercera película de Matthew Vaughn, un director que presenta credenciales más que notables: Crimen organizado (2004), un estupendo thriller del hampa británica y Stardust (2007), el cuento de brujas de Neil Gaiman que se constituyó en todo un éxito de taquilla y que además devolvió la dignidad a un género quizá en exceso manoseado y melifluo.

Kick AssCon este brebaje, un tanto menos concentrado y rotundo que la iniciática El club de la lucha (1999), Vaughn pretende hacerse un sitio entre los nuevos gurús del cine con personalidad propia. Si antes lo hicieron Chris Nolan o David Fincher, ahora Vaughn es el que pretende explorar nuevas vías, esta vez de un modo no tan demencial, menos traumático ¿Quizá estamos exagerando? Puede ser: es notorio que Kick ass dista mucho de ser una obra maestra, pero no puede negársele cierto atrevimiento y excelentes maneras; la deconstrucción del mito del superhéroe americano, que comienza desde los mismos títulos de crédito se hace desde un planteamiento humorístico, pero no por ello menos serio: la premisa principal sería: ¿Cómo a ningún ciudadano del país que alumbró a Supermán, Batman, Spiderman o cualquier otro no se le ha ocurrido emular ninguna de sus hazañas ¿por qué ninguno tiene ínfulas de héroe? La respuesta, sibilina, maléfica, se halla escondida en las reacciones de algunos de los personajes más irrelevantes del filme… un conductor que atropella a un peatón o un voyeur poco comprometido: por lo general el norteamericano es cobarde y no moverá un dedo para defender a sus semejantes. En el caso de que lo hiciera, debe tratarse de un loco capaz de arrojarse desde un rascacielos para perecer aplastado en la urbe, con lo que la excepción acaba confirmando la regla. No obstante, el personaje principal, un adolescente típico con subidón hormonal e imaginación excitable, decide dar el paso y convertirse en un héroe.

Con mala leche notable Vaughn disecciona las consecuencias, plantea los dilemas morales sin aspavientos y nos topa de bruces con el principio de realidad: los malos son peligrosos y si los buenos quieren hacerles frente dejarán de ser buenos.

Pero Kick ass no es sólo una versión irreverente de El caballero oscuro; es además una película de gangsters con malos estupendos (con el fetiche de Vaughn, Mark Strong a la cabeza), una suerte de Network de Lumet revisitada y remasterizada y por supuesto es una película para adolescentes multimedia, además de un western sobre la venganza puesto frente al espejo del siglo veintiuno, en el que los héroes de los años sesenta o setenta aparecerían ahora como almas atormentadas y obsesivas. En uno de esos dos papeles debe mencionarse la interpretación del casi siempre mediocre Nicolas Cage, que borda su versión de padre y esposo sui generis, haciéndonos recordar que en ocasiones puede comportarse como un verdadero actor.

Kick AssRetomando la metáfora especular, el espectador atento no debiera dejar pasar dos imágenes similares de poderosa carga simbólica: el reflejo de dos de los actores principales en el espejo del lavabo recuerda sobremanera a la fotografía de la carátula de Henry, retrato de un asesino: dejo al buen entender del mismo la interpretación del sentido de cada imagen, dado que parece distinta en uno y otro caso, acorde con la idiosincrasia de cada personaje.

Así pues, hallazgos aparte, homenajes grandilocuentes o pequeños guiños a películas que se han convertido en clásicos (pueden encontrarse, aparte de la mencionadas, Taxi driver, Matrix o Nikita) y subtextos cargados de intención sediciosa, Kick ass se constituye en un entretenimiento feroz y sólo aparentemente banal, y quizá sea por aquí por donde podemos recortar sus aspiraciones: sin negar el cumplimiento de sus objetivos, no podemos dejar de hacer notar que en ocasiones pierde un poco de ritmo y hay momentos en que sus diálogos flojean. Algunas situaciones son previsibles (aunque hay muchas más sorprendentes) y en resumen, le falta un punto de equilibrio entre la magnífica infraestructura y una fachada que presenta algún desconchón: ese punto, el que quizá no he acabado de darle tras mucho dudarlo, sería capaz de convertir a la película en un relato con tantas lecturas que satisficiera a los espectadores menos exigentes, ávidos sólo de acción, y a los buceadores del sentido. La convertiría en un éxito de taquilla y en un clásico a la vez, con lo que merecería pasar a la historia.
Kick AssEllo no es óbice para señalar que, con todo, la parte más noble de este filme es también la más sustanciosa, la verdaderamente elogiable. Lo demás son minucias.

Esperemos que el tiempo la ponga en su sitio. Hasta entonces, no se pierdan lo que puede ser una de las revelaciones de la temporada.


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