Crítica de Los labios
Los labios 1 2 3 4 5
Escribe Gabriela Mársico

Los olvidados
Loza y Fund registran con Los labios la experiencia transformadora de una asistencia social no institucional, a través de la participación de tres mujeres, que más allá de su trabajo solidario para visualizar a un sector postergado de la sociedad, transitan los márgenes de un camino alternativo paralelo a las instancias del poder gubernamental.
Tres mujeres, trabajadoras sociales, son enviadas por el Estado a un recóndito pueblo en el norte del país para hacer un censo sanitario de sus habitantes. Al llegar al hospital en ruinas que les fue asignado por el Estado, una presencia siempre responsable de carencias, olvidos y errores, se ven despojadas de toda comodidad, seguridad y protección, no tienen luz ni electricidad, pero a pesar o gracias a esto mismo logran acceder a una dimensión existencial mucho más profunda y rica.

La deuda interna
Si las ruinas de un edificio, en este caso un hospital de pueblo fueran el correlato adecuado del cuerpo institucional asistencial podríamos decir que al menos sus restos, los del cuerpo institucional, ya descansan en paz...
Frente a estos restos del cuerpo siempre ausente del Estado que sólo se hace presente a través de la vía burocrática con recibos que deben ser firmados por mercadería que jamás será recibida, o por medicamentos ya vencidos, las mujeres toman conciencia de su pequeñez, de su impotencia y de su desamparo o soledad.
Es entonces el momento en el que a través de sus gestos y actos, logran crear (dentro del espacio físico inhabitable del hospital en ruinas) un espacio psíquico, un territorio mental, que escapa a todo control o regulación. Esta ruptura o fuga de todo control institucional se dará a través de mantenerse en un perpetuo movimiento, interactuando con el medio físico, creando conexiones con los habitantes del pueblo, por ejemplo, en una de las escenas finales, en la peña a la que asisten y participan restituyendo así, al menos en parte, los vínculos sociales que han sido destruidos por tantos años de negligencia y abandono institucionales.

La vida es bella
Un cambio de principios en las condiciones dadas ocasiona un cambio en el mundo, pudiendo ejercer una influencia decisiva, incluso sobre las estructuras más sólidas de un aparato político, y en mayor medida, de una sociedad entera.
En la escena final, en la que las mujeres y niños convergen jugando y chapoteando dentro de la laguna en la más subversiva de todas las instancias: la risa, y a través de ella, o gracias a ella, surge triunfante en medio de tanta miseria material y humana, una dignidad cósmica, si algo así existiera, entre gente, paisaje, y espíritu.
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