Crítica de La chica del tren

Un trayecto lleno de sorpresas 1 2 3 4 5
Escribe Ferran Ramírez



La última pieza de André Téchiné ya tiene valor desde su plantel de actores por contener dos de esos nombres de la galería francesa que tanto prestigio le confieren a cualquier producto. Estamos hablando de Catherine Deneuve y Michel Blanc. Si además nos paramos a pensar que la propuesta contiene una lectura de denuncia social dirigida por la batuta del prestigioso director, su estreno aún resulta más aplaudido. Téchiné se ha basado en una obra de Jean-Marie Besset, y hasta ha contado con el autor para el redactado del guión, para radiografiar uno de los acontecimientos que más polarizaron la opinión pública del país vecino. Nos referimos a la historia de una muchacha que se hizo pasar por víctima de un ataque antisemita.
Téchiné ha cogido el texto para apropiarse de la historia y plasmar un estudio de caracteres. Si hay un rasgo que define La chica del tren es su capacidad para hacer de los hechos, sucesos fortuitos que se van hilvanando progresivamente. Esta apuesta, arriesgada sin duda alguna, se convierte en la mayor virtud y en el mayor obstáculo del filme. Téchiné pretende que la vía por la que transita su tren de alta velocidad contenga paradas extraordinarias, súbitos giros y hasta vueltas de campana. En su recorrido, Téchiné, como experto conductor del suspense, quiere que la atención del pasajero no decaiga en ninguna de sus secuencias, por lo que sus líneas argumentales nos muestran una pluralidad de estilos, personajes y subdesarrollos.

Como ya es costumbre en su filmografía, propone unos individuos que se mueven en una extraña ambigüedad. Sus ojos ocultan más de lo que aparentemente se muestra. Para esta ocasión, deja el peso de mayor envergadura a la joven Émilie Duquenne, quien, si bien no realiza una mala interpretación, no alcanza las cotas que su registro precisaría. Interpreta a una chica adolescente que vive con su madre y cuya búsqueda de empleo no le trae buenos resultados. Ella utiliza la mentira de manera automática, inocente, casi por casualidad.

El itinerario tomará las pertinentes bifurcaciones a la par que nuevos rostros aparecen en pantalla. Será a partir de este punto del trayecto donde Téchiné maneje el volante como buenamente le plazca para conducir al espectador a un destino del que únicamente el realizador posee las coordenadas. El realizador propone a cada segmento, arbitrariamente ordenados según sus complacencias, un festín de géneros. Asistimos a un romance huracanado, a una historia de drogas de bajos fondos, a un drama madura, a los periplos del estancamiento económico...y así hasta poder decir que se ha nutrido de un sinfín de pequeñas historias condensadas en unos pocos personajes.
El resultado es un filme sólido, rico y bien filmado aunque profundamente desconcertante. Nunca el espectador logra descubrir las motivaciones de la joven sobre las cuales supuestamente se sustenta el relato ni logra un trazado completo de las circunstancias y las consecuencias que explicita. Quizás el realizador galo no quiera dar respuestas fáciles o rechace ofrecer conjeturas invisibles. Si bien Téchiné sabe llevar el mando con su rigurosa buena mano, la que siempre le ha caracterizado no logra que su extraño ejercicio de ritmos rápidos llegue a una terminación sino más bien lo contrario. La chica del tren resulta un esfuerzo absolutamente inconcluso pues deja que su tren siga dando vueltas sin llegar al final del trayecto.

Comentarios

  1. Ferran: me parece tu interpretacion una de matiz mas bien personal y un tanto sesgada en esa linea... claro tendria que visionarla para poder opinar
    eeeeeennnnnnnnnnnn finnnnnnn fmmm

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