Crítica Cabeza de pescado

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Gabriela Mársico

Cabeza de pescado


El filme Cabeza de pescado de la realizadora argentina July Masacessi, último ganador del Festival Latinoamericano de Cine, y del Festival de Cine Inusual de Buenos Aires contó con la presencia del ya mítico teórico de la ciencia ficción, Pablo Capanna, que presentó un filme en competencia Exhibición de atrocidades basado en la novela del gran escritor británico J.G. Ballard. En aquella oportunidad, Pablo Capanna dio una clase maestra sobre la ciencia ficción y la fantaciencia, haciendo especial hincapié en la fascinante obra literaria y a la vez escalofriante biografía de uno de los más admirados cultores del género fantástico: el mismísimo J. G. Ballard.

Cabeza de pescado, filme retrofuturista, presenta el problema que surge a partir de la proliferación de niños mutantes (punto de partida que lo emparenta con el filme de David Lynch, Ereasehead, no sólo por lo temático: el tema de la mutación infantil, sino además por lo estético, las dos están filmadas en blanco y negro) y lo que se hace con ellos, entre otras cosas, explotarlos en luchas, venderlos, o exterminarlos.

Nino, el niño mutante, al haberse vuelto bestia con todo lo que esto implica: ser bestia es ser peligroso por lo imprevisible e incontrolable, debe ser reducido y exterminado, supuestamente, a manos de su propio padre…


Cabeza de pescado



Una familia muy normal...

Calvino (Martín Pavlovsky) es un taxidermista que restaura piezas para el Centro Experimental de Exposiciones y que tiene una existencia tan gris como el plumaje de los animalitos que él mismo acicala y rellena... Está condenado, además, por elección propia, a una pasmosa inmovilidad existencial como si él mismo fuera una de las tantas piezas embalsamadas del Museo. Nino, su hijo, sufre de una extraña enfermedad que lo ha convertido en un mutante que vive en cautiverio y sólo notamos su presencia por los chillidos y gemidos que se escuchan a través de una puerta. Stella, su mujer (Ingrid Pellicori) se hace adicta al green porque le resulta intolerable vivir con la monstruosidad de su hijo, y con la presencia fantasmagórica de la abuelita, digna heredera de la familia Addams y encarnación terrorífica de las brujas de los cuentos infantiles.

Todas las noches, Calvino, Stella y la abuela siguen la misma rutina: comen cabezas de pescado al tiempo que un ulular de sirenas anuncia un toque de queda que provoca un corte de luz dejando la casa a oscuras. Y es esta misma oscuridad la que irá invadiendo no sólo el espacio físico, sino sobre todo el espacio mental de los personajes que se irán apagando como la llama siempre titilante de las velas que Stella enciende todas las noches.

Y todo seguiría como hasta entonces si no surgiera de la nada, como suelen aparecer los personajes que marcan un punto de inflexión en la trama de cualquier historia, Rosie (Laura Névole) una camarera tan sufrida como golpeada, y sin embargo, dueña de una insospechada inocencia y candidez, excepto claro, cuando le confiesa a Calvino en medio de una cena romántica que a ella siempre le gustaron (vaya perversión) los animales embalsamados...

Este filme cuenta una historia de fantaciencia y horror gótico con atmósfera claustrofóbica en donde los espacios van apoderándose de sus ocupantes humanos, y una oscuridad casi corpórea va imponiéndose a una luz tenue que emana de la menguante vitalidad de los personajes.

La cuidada fotografía remite a la estética expresionista (iluminación y encuadres) dentro de un lúgubre blanco y negro que sólo salta al verde cuando aparece la bolsita de green: una droga que como su nombre indica es verde, pero nada tiene que ver con la tan mentada plantita...


Cabeza de pescado



Exhibición de atrocidades

El filme nos presenta la monstruosidad como metáfora. El cuerpo del monstruo, en este caso el de Nino, es el lugar que representa la bestia interior, el otro, ese no yo oscuro contra el que lucha el yo supuestamente más luminoso.

Como sabemos el gótico rechaza el sentido burgués de identidad como algo sólido, permanente, estable y continuo que requiere una reafirmación de su yo como garantía de buena salud. Sin embargo, como es sabido lo único permanente que acontece en todo devenir existencial es, justamente, el cambio. Y dentro del universo gótico del filme, el cambio dado a través de la fragmentación y la desintegración de los personajes, en este caso: la mutación del niño en monstruo, mina la estabilidad de los personajes produciendo un estallido emocional como válvula de escape a tanta violencia contenida.

El monstruo, por definición, aquello que se muestra, de ahí el origen de la palabra, es la expresión más acabada de la desintegración de cualquier percepción dominante de una sociedad sobre lo que es ser humano, y sobre lo que no lo es. La presencia misma del monstruo produce un trastorno y una ruptura del status quo. Por eso, primero se lo señala, se lo diferencia por sus anomalías, se lo estigmatiza, se lo aísla, y luego se lo persigue hasta destruirlo. Y es en este mismo punto donde surge lo más revelador que presenta el filme: poner al descubierto cómo se percibe a la gente y a las cosas. Y, debido a la presión ejercida por esta misma percepción, qué se elige mostrar, y qué, esconder...


Cabeza de pescado


La vida como un inmenso cuarto oscuro

Todos y cada uno de los personajes se hallan prisioneros dentro de un infierno privado, personal, como si vivieran encerrados en un inmenso cuarto oscuro del que no pudieran salir.

Nino, condenado a una mutación de la que ni siquiera tendrá conciencia, Stella, con su adicción al green encuentra el modo de evadirse de una realidad intolerable, Rosie, víctima pasiva de la violencia doméstica, y finalmente Calvino, atrapado en la rigidez inmutable de sus piezas embalsamadas, es incapaz de actuar o modificar su existencia sino hasta el final en el que él mismo irá en busca de uno de estos cazadores de engendros mutantes con el fin de deshacerse de esa monstruosidad, su propio hijo, y obtener el dinero que le abrirá la puerta para huir junto con Rosie hacia un futuro incierto...

Cabeza de pescado puede verse como un filme de horror gótico con tintes melodramáticos, pero también como, al igual que gran parte de la ciencia ficción, un instrumento de protesta que llama la atención sobre los horrores sociales o políticos para despertar la conciencia de una sociedad que niega, por un lado, la diversidad, y lo diferente, y por otro, la libertad y la identidad individuales.


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