La ley Sinde - Con (de) la Iglesia hemos topado

Parece que son tiempos difíciles para la ciudadanía, los partidos políticos van por un lado y la sociedad por otro. El último ejemplo de esta situación lo tenemos en la aprobación in extremis de la llamada ley Sinde, el intento de poner orden en los nuevos modelos de distribución cultural que ha establecido en la práctica internet.

No vamos a entrar ahora en la consideración del texto, ni su planteamiento jurídico ni los posibles agravios a los derechos y libertades recogidas en nuestro ordenamiento. Está claro que la situación no puede continuar tal como está pues el robo de conocimiento para su explotación comercial por terceros no puede –ni debe- ser consentido. El todo gratis no vale. El fenómeno de la piratería no debe apoyarse y los trabajadores de la cultura deben tener garantizados su fuente de ingreso.

González-Sinde y de la Iglesia. Eran otros tiempos.

Pero dejando bien claro esta posición, algo huele mal en la ley Sinde pues cuando un texto no gusta a ninguna de las partes es que realmente no es un buen texto. La reacción de internet a través de las redes sociales ha quedado patente desde el principio, pero es que entre los creadores también hay disensiones. El propio Alex de la Iglesia, que ha llevado un esfuerzo mediador entre las partes para ver si se podía llegar a buen puerto, ya ha anunciado que dimitirá del cargo como director de la Academia del Cine tras la gala de los premios Goya.

Pero nada importa, un pacto entre las fuerzas políticas (PSOE, PP y CIU) ha hecho que los que antes estaban en contra, ahora apoyen la norma introduciendo pequeñas modificaciones que nos satisfacen a nadie. El PSOE saca una ley que estaba definitivamente atascada, el PP consigue la revisión del canon digital y se quita el esfuerzo de tener que legislar sobre un problema el día que acceda al gobierno, y CIU se apunta al carro de la contribución a eso que civilizadamente se llama gobernabilidad.

Mientras tanto nada hay sobre los verdaderos problemas que acucian al sector. Internet ha introducido un modelo de negocio nuevo que afecta a la distribución de contenido y la ley Sinde no aborda nada sobre este aspecto pues el texto normativo lo que hace es limitar, intentar poner puertas al campo. Hace poco los portales legales de distribución se quejaban del poco apoyo recibido. En música se ha visto como sitios webs como Spotify logran convencer a un publico determinado que está dispuesto a pagar por recibir unos servicios.

Lo que hay que hacer es buscar formulas por las que la gente prefiera pagar un precio, que debe ser justo y razonable, en lugar de descargar un contenido que en la mayoría de las ocasiones no tiene la mínima calidad de visionado. Bien articulado, el negocio podía ser incluso más rentable para los propios creadores. Pero los productores y distribuidores prefieren seguir confiando en el modelo antiguo antes que apostar por el cambio. En cine es lamentable observar como lo único que se les ocurre es apostar por el 3D y elevar el precio de la entrada.

El problema no es que el modelo antiguo sea bueno, malo o regular. El problema es que es antiguo, es un modelo que ya no es válido. Internet y los cambios que han revolucionado otros sectores van a afectar al mundo de la cultura, al mundo de la creación y todo el tiempo que se tarde en aceptar el reto es tiempo perdido.

Continuaremos hablando de este tema.

Comentarios

  1. estoy de acuerdo contigo. Sobre todo en el concepto de revolución que subyace a tu comentario; cierto que estamos en un momento de revolución económica, social (esto nos afecta a los mayores)y cultural. Te remito a : http://miblogmfmf.blogspot.com/search?updated-min=2011-01-01T00:00:00-08:00&updated-max=2012-01-01T00:00:00-08:00&max-results=3 .slaudos, manolo marzal

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